El Patronato de la Alhambra y Generalife presenta como pieza del mes el azulejo en lajavardina del Iran Il-Jani. Los interesados en participar en este programa gratuito, que tiene lugar los sábados de marzo, a partir de las 12:00h, pueden presentarse en la Sala VII del Museo de la Alhambra, donde el doctorando en Historia del Arte, Gaspar Aranda, desvelará las peculiaridades de esta singular pieza.
Este azulejo de pared se decoró con una particular técnica, conocida como lajavardina (según la palabra persa para lapislázuli), no empleada en las cerámicas hispanomusulmanas, que representa el proceso ornamental más costoso y complejo que se conoce en la alfarería islámica. La pieza formó parte en origen de un zócalo de azulejos estrellados y crucetas de un edificio iranio durante el dominio de la dinastía de los iljanes (1256-1336) de origen mongol.
Los pasos de ese proceso ornamental podemos tratar de seguirlos a través del examen directo de esta pieza del Museo. Lo primero que llama la atención es la delgadez del azulejo (1’6 cm. de grosor), su forma en cruceta -mutilada y restaurada en sus brazos- con un ligero borde perimetral en el anverso, y la decoración de la superficie destacada en suave relieve con cuatro tallos con hojas repetidos y dispuestos en cruz desde el centro hacia las puntas de la cruceta. Todo esto apunta al empleo de un molde para la obtención de la forma y la decoración, como se ha comprobado en otros azulejos similares. La superficie de la pieza aparece recubierta con un vidriado monocromo azul turquesa, encima del cual se pintó con esmalte rojo los perfiles de la cruceta y de los motivos vegetales, y con esmalte negro unos finos tallos espirilíneos y pequeñas líneas curvas y puntos en los espacios intermedios. Por último se decoró con pan de oro (hoy perdido) los interiores de los tallos y de las hojas.
Esta técnica decorativa implicaba dos cochuras en el horno. La primera, a mayor temperatura, para la cocción de la pasta, de matriz silícea, y la vitrificación de la cubierta turquesa y su adherencia a aquella. Y la segunda cochura, para la adherencia de los esmaltes al vidriado.