Dílar: Un octogenario lleva tres décadas “pacificando” su pueblo

Agustín Sánchez, un octogenario barbero de Dílar, demuestra que no hay que tener vastos conocimientos legislativos o en Derecho para cumplir de forma eficiente con su labor como “pacificador” en este pequeño pueblo de Granada. Sus más de 35 años ininterrumpidos en el cargo que ostenta en este municipio situado a las faldas de Sierra Nevada le convierten en uno de los jueces de paz más longevos y que aún continúan en activo.

Corría un mes de junio de 1976, varios meses después de la muerte de Francisco Franco, cuando Agustín fue propuesto por el entonces alcalde como juez de paz, una figura que cumplía funciones desde antes y que quedaría expresamente reconocida en la Ley Orgánica del Poder Judicial.

“No sé por qué me nombraron, a lo mejor me vieron más capacitado. Aunque no tenía conocimientos judiciales, acepté y ya está”, relata a Efe este juez de paz, quien considera que basta con aplicar el sentido común en la mayoría de los casos.

Y es que a pesar de que las cuestiones que se despachan en un órgano de este tipo son “menores”, tanto en el orden civil como penal, los problemas con los que ha tenido que “lidiar” son capaces de originar no pocos conflictos y rencillas, especialmente cuando se trata de conocidos o familiares de un mismo pueblo.

“A veces son cuatro disgustos entre vecinos y resulta bochornoso que se enfrenten por tonterías”, comenta Agustín, al tiempo que relata que los problemas más habituales suelen ser discusiones banales que derivan en insultos o amenazas, roturas de cristales o discrepancias por lindes.

Aunque su octogenaria memoria no le permite recordar anécdotas concretas, sí cree que el retorno de la democracia a España y la madurez de ésta han ayudado en buena parte a hacer a la gente más compresiva y, sobre todo, más civilizada.

“Antes había más mano dura, pero ahora somos más dóciles y apacibles”, destaca Agustín, que no obstante apostilla que personas muy conflictivas y problemáticas las ha habido siempre.

En cualquiera de los casos, su labor esencial se centra en mediar entre las partes y buscar los puntos de encuentro frente a las diferencias, lo que muchas veces implica que los dos cedan o que uno de ellos se disculpe o reconozca su equivocación.

“Procuro hablar con los implicados previamente y hacerles ver que se trata de insignificancias o que, si no cambia de postura, les pueden tocar el bolsillo. Al final el dinero es de las cosas que más duelen”, explica este juez, quien se siente reconocido y respetado en su labor, que cree que le ha dado muchas más alegrías que disgustos.

De hecho, muchos de los que inicialmente estaban “peleados” han acabado sellando el final de sus diferencias con unas cervezas y sin necesidad de llegar a juicio, ya que también en estos casos se cumple la máxima de que más vale un mal acuerdo que un buen pleito.

(Agencia EFE)

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