La bendita desubicación del palacio de Carlos V, a estudio

“Los añadidos históricos que a lo largo del tiempo se han ido incorporando a las construcciones originales pueden haber alcanzado una categoría de tal calibre, y unas cualidades por sí mismos, que incluso superan o no desmerecen en nada de los originales a los que se encuentran unidos, y que el propio transcurrir del tiempo acaba por bendecir y armonizar extraordinariamente bien”, señaló el ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, y presidente de CYPE y FR Ingeniería, Florentino Regalado Tesoro, en el curso del Centro Mediterráneo de la UGR que sobre restauración de obra civil se celebra en Almuñécar hasta el próximo 20 de julio.

“Suelen citarse dos ejemplos paradigmáticos –continuó el ingeniero– de restauraciones, quizás más exacto sería definirlas como actuaciones de acomodación de lo construido, de extraordinario valor, llevadas a cabo en España, pese a alterar sustancialmente dos joyas de la arquitectura del mundo: El Palacio de Carlos V en la Alhambra de Granada y la Catedral de Córdoba introducida en su Mezquita”. No obstante, y pese a que los especialistas consideran que ambas obras son geniales, sería absolutamente injustificable plantearlas en el presente e impensable que se osara materializar su construcción desde la conciencia histórica actual, mucho más sensibilizada y cargada de respeto al legado del pasado, no solamente en las elites profesionales, sino también en gran parte de la sociedad, más consciente que sus antecesoras de la importancia que tiene el Patrimonio Monumental que se hereda”.

Florentino Regalado indicó que no siempre se encuentran, por desgracia, resultados tan sobresalientes como los conseguidos en los dos ejemplos mencionados, “pero, al menos, nos sirven para defender que, salvo que los postizos y añadidos a las obras originales tengan un carácter impresentable que las desvirtúen degradándolas por la alteración sustancial de sus formas y materiales, o incluso de su misma esencia (en cuyo caso la eliminación de los añadidos prácticamente resulta obligada), en los restantes casos, dejarlos estar nos parece el camino más adecuado y conveniente como un mal menor, o como simple acta notarial de la historia”.

“Manipulación” de la obra

El ingeniero invitado por el Centro Mediterráneo de la UGR manifestó, asimismo, que la manipulación, la intervención, sea ésta del tipo que fuere, de la enorme cantidad de puentes que pueblan todo el territorio nacional, y que por méritos propios de naturaleza diversa: históricos, estéticos, sociológicos, constructivos, etc., han pasado a un estadio que supera su simple funcionalidad, plantea en primer lugar el problema de discernir y definir el grado, las formas y maneras de cómo debe ser hecha la misma, en función de la catalogación del puente objeto de estudio. “Y todo ello dejando irreverentemente y al margen el concepto de la manipulación en sí misma, pues incluso los nombres que se emplean en estos menesteres para definirla son ya de por sí objeto de controversia. Los eruditos discuten ampliamente sobre los matices que posee el concepto de manipulación según se le llame: restauración, reconstrucción, rehabilitación, conservación, reparación, etc. Semejantes matizaciones, por respetables y bienintencionadas que quieran ser presentadas, inducen a un confusionismo sin solución posible, pues no conocemos caso alguno de intervención en una pieza histórica monumental, donde todos los términos anteriormente mencionados no se mezclen de alguna manera; y al final, el responsable de la misma la defina exclusivamente con uno de dichos términos sin ser del todo verdad, pues las contradicciones y falsedades en este mundo de la restauración abundan en demasía”.

En cuanto a la restauración, a la que el ingeniero dedicó un amplísimo apartado de su intervención, Florentino Reglado manifestó que las modificaciones constructivas que se introducían en la obra en el pasado respondían básicamente a los gustos y criterios estéticos vigentes en el momento de la intervención (renacentistas, barrocos, neoclásicos, etc.) y se aplicaban con la tecnología disponible. “Menos mal que hasta que la Revolución Industrial introdujo el hierro y, un poco más tarde, se introdujera también el hormigón armado en el arte de construir, se mantuvieron las construcciones como en la época de los griegos y romanos, aplicando los ladrillos, piedras y maderas como materiales básicos de la construcción junto a los morteros de yeso y cal, con lo que las intervenciones que se realizaban ofrecían unos resultados con un cierto aire formal y contextual bastante acorde con aquello que se mantenía en las obras, al menos en sus texturas finales y, casi siempre también, en los trazados estructurales que las sostenían en pie”.

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