Dos goles del ‘7’ abren la victoria al Madrid en un partido sin brillo

realmadrid granadacf

El centrocampista croata del Real Madrid Luka Modric controla la pelota, durante el partido frente al Granada CF correspondiente a la tercera jornada de la Liga de Primera División- (EFE)

Tras un inicio de temporada perezoso, Cristiano vuelve a coger el desatascador. Ante el Barça en la Supercopa ya calló bocas y, esta vez, frente al Granada, recobró su decisiva figura. Aunque no se ría, hace sonreír. El portugués marcó otros dos goles que valen para devolver al Madrid a la normalidad, cerrando así una herida que abrió el inesperado arranque de Liga. El primer tanto lo logró con algo de fortuna y el segundo con mucha decisión. Ambos con un desmarque al espacio de la casa que maquillan un partido gris jugado con más pereza que mordiente. Una victoria rutinaria que quizás sólo sea recordada por el estreno como titular de Modric, por la enésima galopada de Di María, por el abandono de huelga de Kaká (en el banquillo) y por la confirmación de que Higuaín y Benzema son mejores socios que enemigos.

El Madrid entró bien al partido al ritmo de Modric y luego fue perdiendo fuelle según se quedaba el croata sin aire. Motivado como pocos en su estreno liguero, Luka se dejó ver entre líneas para abrir vías de pase. De su primera gran asistencia se benefició Callejón. El canterano, sustituto de Di María, eligió la potencia ante Toño cuando su disparo exigía colocación. Era la primera gran ocasión blanca. Pero no la última de esa primera mitad. A pesar de que su fútbol careció de nervio, continuidad y pausa.

UN GOL Y VARIAS OCASIONES

Benzema tuvo otra bastante más clara. A su vaselina le faltó dirección. Sólo Cristiano hizo diana. La jugada nació en una contra arrancada por Callejón cuyo recorrido a velocidad de crucero fue de izquierda a derecha hasta regresar a la banda originaría. Todo con la verticalidad ya conocida. Allí, una vez dentro del área, Callejón volvió a aparecer para asistir con poca fe a Cristiano regalándole una paralela tan vistas en el fútbol-sala. El portugués, escorado, pudo controlar y darse la vuelta, buscar un centro o encarar. Pero no. Decidió probar suerte sin avisar. Su zurda despistó. Su disparo, raso y duro, tropezó levemente en el pie de Iñígo López desviando su trayectoria de manera decisiva. Toño no pudo cerrar las piernas a tiempo ni ponerse una sotana. 1-0.

El Granada había logrado hasta el momento no descomponerse. Que no es poco en el Bernabéu. Sin embargo, su orden no era acompañado por el talento. Perdía el balón demasiado pronto en la salida, condenando a su ataque y relanzando al del enemigo. El partido, como tantos otros de este Madrid, pintaba mal para el visitante. Era cuestión de tiempo. La duración del físico marcaría el tiempo de resistencia. Pero el Madrid aplazó la muerte del rival. Ha cogido por costumbre en este arranque de curso sestear cuando domina. El vicio de hacer del gol su somnífero. Era el momento de El Arabi. El delantero del Granada aprovechó la lentitud del Madrid para bajar a la mediapunta con la misión de incordiar con su movilidad. Trato hecho. Por eso él gozó de las dos únicas aproximaciones de su equipo.

LOS CAMBIOS FUERON BUENOS REVULSIVOS

El Madrid regresó del descanso con Di María y sin Callejón, mientras que el Granada se aferraba al mismo plan: luchar para resistir. La primera ocasión la tuvo Orellana cuando intentó un gol olímpico para igualar. El ritmo era el mismo. El aburrimiento aún mayor. El Madrid jugaba sin la presión de estar a un solo gol del desastre y sin entender que otro tropiezo sería una alfombra para al Barça. Se oyeron hasta pitos. Así que Cristiano decidió evitar sorpresas y puso en el marcador la diferencia real entre ambos equipos. Di María catapultó a su compañero con un pase al hueco. El ‘siete’ de nuevo volvió a disparar de primeras. Esta vez con la derecha. Toño detuvo el lanzamiento pero no así el rechace. Cristiano sentenció a puerta vacía. De nuevo pareció molestarle ser tan bueno. Ni una sonrisa. Ni rastro de celebración. La rutina apaga el ardor.

El Granada se quedó poco después con diez y sobrevivió entre calambres y complejos. Se mascaba la goleada. Si no llegó fue por lo de antes: la abulia del Madrid. El equipo de Mourinho hizo otro tanto. Aunque no debió valer. Khedira se dejó ver en el balcón del área como acostumbra en Alemania. Asistió a Benzema y éste, aprovechándose de una ventaja ilegal, hizo lo propio con Higuaín. El árbitro no lo vio. Y pocos se quejaron. Cristiano ya había dictado sentencia mucho antes. Es lo que tiene picarle, hacerle ver que estaba fuera de forma e insinuarle que es humano.

Quizá te interese...

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *