Steven Spielberg desistió de rodar escenas de “Indiana Jones y la última Cruzada” en Granada cuando las autoridades no le permitieron meter un Rolls Royce en el Patio de los Leones de la Alhambra, según recoge el veterano crítico de cine Juan José Carrasco en su estudio “Granada y el cine. Su historia”.
Spielberg aseguró que para rodar aquella escena no necesitaba que el coche se moviera, y que si era preciso lo metía colgado de un helicóptero, lo que llevó a los responsables de la Alhambra a hacer que el director desistiera, por lo que se marchó a Almería, en cuya Escuela de Artes y Oficios encontró un patio de mármol en el que le dejaron meter el Rolls Royce, según ha explicado a Efe Juan José Carrasco.
La secuencia de Indiana Jones en la que Harrison Ford y Sean Connery corren en una moto con sidecar se rodó, antes de trasladar el rodaje a Almería, en la localidad granadina de Huétor Santillán.
“Granada y el cine. Su historia” incluye un censo de 212 películas rodadas en esta provincia entre 1920 y 2010, de las cuales 80 son ‘western’, la totalidad de ellos rodados en Guadix, en los Llanos de la Calahorra, donde además de la línea férrea de las Minas de Alquife “la Renfe tenía vagones y locomotoras antiguas”.
“La muerte tenía un precio” y “El bueno, el feo y el malo” son algunos de estos ‘western’, mientras que para “Hasta que llegó su hora” se construyeron decorados que superaron el medio millón de dólares de 1969, según Carrasco, quien asistió a muchos de estos rodajes y trató a estrellas como Omar Sharif e Yves Montand.
“Omar Sharif era un caballero y llegaba al rodaje en Rolls Royce, y a Yves Montand lo expulsaron de España cuando rodaba en Granada porque se pronunció contra las últimas sentencias de muerte de Franco; y en el diario ‘Patria’ escribí que ‘su perfil bueno era el izquierdo’, y él me lo agradeció porque sabía que con la censura no se podía decir otra cosa”, ha recordado Carrasco.
Algunas superproducciones necesitaron tantos extras que “en el campo se quedaban sin gente para la siega, que en los años sesenta todavía se hacía a mano, porque pagaban cuarenta duros y en el rodaje se sacaban hasta 1.200 pesetas y la comida”.
“A los rodajes venían gitanos de todas las provincias, y muchos llegaban con su caballo o con borrico, por el que cobraban aparte; en diez días de rodaje ganaban como en tres meses en el campo, además de que los gitanos, para hacer de mexicanos, no necesitaban ni maquillaje, como mucho se les daban tres trasquilones y listos”, ha contado Carrasco.
Juan José Carrasco pudo comprobar en varios rodajes cómo muchos extras se animaban al ver el trabajo de los especialistas y se ofrecían a efectuar caídas de caballo u otras escenas arriesgadas si les pagaban mil pesetas extra, porque “eran muy capaces de llevarse un costalazo” por esa cantidad.
Los mejores servicios de ‘catering’, según Carrasco, eran los americanos, que ofrecían tres tipos de menú, en bandeja de plástico para los extras, en carpa con aire acondicionado para los actores, y en carpa sin aire para los técnicos y la producción, mientras que los italianos “eran sencillos, en bandeja metálica igual para todos”.
Carrasco ha mostrado su preferencia por los actores europeos, “mucho más educados” que por los americanos, “que se pasaban el día bebiendo, que no se sabe ni cómo luego podían actuar”, y ha lamentado la transformación del paisaje de Guadix, donde han quitado la vía férrea, y han levantado invernaderos y plantas solares.
Pese a la Alhambra, el Sacromonte y Sierra Nevada, han sido los Llanos de la Calahorra y el castillo del mismo nombre los escenarios que han acaparado mayor número de rodajes durante los últimos noventa años.
Alfredo Valenzuela/EFE