El hombre de iniciales J.H.F., de 68 años, que está siendo enjuiciado desde este lunes en la Audiencia Provincial de Granada por presuntamente asesinar a su expareja con una azada en plena calle, en el municipio granadino de Pinos Puente, el pasado 1 de julio de 2010, ha culpado a la víctima de lo ocurrido, aunque ha afirmado que se le fue la cabeza.
El procesado, que se enfrenta a penas de hasta 31 años de prisión, ha asegurado que la mujer, R.R.C., que tenía 41 años, era quien le maltrataba y que su hijo le había robado 14.000 euros. Que fue ella quien le “echó” de su propia casa, en la que había vivido durante 30 años, después de que presentara contra él una denuncia por maltrato que “se inventó”. “Todo es mentira, y yo odio la mentira”, ha dicho en varias ocasiones, negando haber declarado lo que recogió el juzgado de instrucción o la Guardia Civil tras lo ocurrido.
J.H.F. ha negado que quebrantara la orden de alejamiento que se impuso contra él y ha asegurado que cuando se encontraba con su ex en algún lugar, como el banco, se marchaba. “Pongo la mano sobre la Biblia, que yo nunca me salté esa orden, y que nunca la he maltratado. Me voy a morir tranquilo de que nunca le toqué un pelo”, ha indicado.
Sobre el día de los hechos, ha explicado que por la mañana se fue a “una parcelilla” con su azada para regar unos tomates que tenía en ella plantados. Después se dirigió con su ciclomotor a la farmacia del pueblo, en la calle Real, a comprarse unas gotas y, en la acera de enfrente R.R.C., que tenía un ojo de cristal y el otro con cataratas, según ha declarado el acusado, le vio y se fue a por él a insultarle y a decirle que ella no se iba a ir de su casa, porque el juez le había dado la llave.
“Se cagó en mis muertos, y los gitanos tenemos mucho respeto a los muertos, y yo no sé qué me pasó por la cabeza, que se me fue, y le di dos golpes, los dos en la cabeza”, ha indicado ante el tribunal J.H.F., que asegura que entonces dejó allí la azada y se fue “corriendo” a entregarse a la Guardia Civil, aunque ha mantenido que desconocía si R.R.C. estaba muerta.
“Si no se hubiera cagado en mis muertos, no hubiera pasado nada. Ella es la que cometió el accidente. Ella tuvo la culpa”, ha sostenido el inculpado, que sin embargo ha dicho estar “totalmente arrepentido” por lo ocurrido. “Yo lloro todas las noches por la conciencia”, ha apuntado.
Tras el acusado, ha declarado un testigo presencial, un hombre que ha comparecido tras una mampara para evitar que la familia del presunto asesino, presente en la Sala y del mismo pueblo, lo reconociera. Según ha explicado, aquel día se generó “mucho barullo” en el pueblo, y la gente comenzó a gritar “que la mata” cuando el hombre comenzó a golpear a su víctima. Entonces él, que vio cómo le daba tres golpes con la azada, consiguió quitarle la herramienta, a lo que el procesado le dijo que no había ya nada que hacer, dando a entender que la mujer había muerto y que no podía recibir ayuda.
La vista, que se celebra en la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Granada se prolongará hasta el próximo miércoles. Este martes declararán los testigos de la acusación particular, que ejerce la familia de la fallecida, y los peritos, mientras que la última jornada se dedicará a la prueba documental, y a los informes, con lo que el juicio quedará visto para sentencia.
La Fiscalía pide para el procesado un total de 26 años de prisión, por un delito de asesinato con la agravante de parentesco, y quebrantamiento, por vulnerar la orden de alejamiento. Además, como la fallecida tenía cuatro hijos, el mayor de 18 años y otros tres menores de edad, el Ministerio Público solicita una indemnización de 60.000 euros para cada unos de ellos, más otros 24.000 para su madre, en concepto de daños morales. La misma petición la formulan la Abogacía del Estado y la Junta de Andalucía, personados también en el caso.
La acusación particular eleva su solicitud de condena a los 31 años y tres meses de prisión, por un delito de violencia habitual, amenazas, asesinato con alevosía y ensañamiento y quebrantamiento continuado, y pide un total de 280.000 euros de indemnización para los familiares de la víctima.
ACUSACIÓN DE LA FISCALÍA
Según consta en el escrito de acusación provisional del Ministerio Público, desde el año 2006 el procesado, que permanece en prisión provisional desde lo ocurrido, convivía en su domicilio, en Pinos Puente, con su compañera sentimental, R.R.C., si bien la relación de pareja se fue deteriorando hasta que el 1 de junio de 2010 ella interpuso denuncia contra él por malos tratos y amenazas, que motivó que se dictara para el hombre una orden judicial de alejamiento.
No obstante, el procesado hizo caso omiso a la prohibición, que incluía que abandonara el domicilio en el que vivía con la mujer, y el 24 de junio de 2010, en una calle céntrica de la localidad granadina, detuvo su ciclomotor frente a su expareja a menos de 50 metros y “la miró fijamente con intención de inquietarla”.
En la mañana del 1 de julio de 2010, el hombre, aún vigente la medida cautelar, “resentido” con la mujer por la situación que estaba viviendo, decidió acabar con la vida de ésta, y provisto de una azada con pala de hierro, se dirigió en su ciclomotor a buscarla, “dispuesto a llevar a cabo su propósito”.
Sobre las 12,30 horas la localizó en la calle Real, y “con la evidente determinación de causarle la muerte”, le golpeó con la azada por la espalda, a la altura del hombro derecho, sin que la mujer “pudiera en forma alguna defenderse por los repentino e inesperado de la acción, a lo que se añadía su grave deficiencia visual”, ya que tenía reconocida por este motivo un grado de minusvalía del 77 por ciento.
Tras el primer golpe, el inculpado continuó golpeando a su ex con la azada, propinándole tres más en el hombro, otro en una zona próxima al cuello, y otro en la región cervical, hasta que la mujer cayó al suelo, donde siguió agrediéndola, hasta destruirle el cráneo, lo que provocó su muerte inmediata.
Pese a que ya estaba fallecida, el hombre continuó golpeándola hasta que un viandante le consiguió arrebatar la azada y le conminó para que cesara la agresión, a lo que el acusado le contestó “qué, vas a ayudarla, no ves que está muerta”, marchándose en su moto tras referir que se iba al cuartel de la Guardia Civil. En las inmediaciones fue localizado poco después, y comentó a uno de los agentes que estaba “orgulloso” de lo que había hecho porque, según le dijo, le iba a quitar la casa y antes él se la había “quitado de en medio”.