Autenticidad, sencillez y amor por el flamenco. Esas son las cualidades que Estrella Morente (Granada, 1980) muestra en “Autorretrato”, su vuelta al mercado tras seis años sin grabar y después de atravesar el desierto de dolor al que la empujó “la temprana e injusta” muerte de su padre, Enrique.
Ni el tiempo pasado, 21 meses, ni la certeza de saber que su padre más que fans tenía devotos, ni el cariño del público mitiga “ni un poco” la amargura de haberse quedado huérfana de su referente en la música y en la vida, de que el mundo haya perdido “al primer cantaor cubista de la historia”, asegura en una entrevista con Efe.
El pasado viernes presentó en la Cadena Ser este disco en el programa “Hoy por Hoy”. Escucha aquí sus canciones.
Guapa, muy guapa; de negro pero del negro que favorece, no el del luto, atenta constantemente a las necesidades de los periodistas y de quienes la acompañan, parece que fuera a otra a la que los espectadores vieron cantando desgarrada ante el féretro de su padre.
Emocionada con tener en sus manos el primer disco, en el que colegas de su padre, de Michael Nyman a Path Metheny, de Paco de Lucía a Tomatito, han echado el resto, “Autorretrato” sale justo en el momento que tenía que salir.
“Todo tiene su momento y a todo le llega el momento de ver la luz. Ahora sí me encuentro con fuerzas”, resume.
“Autorretrato” es un disco concebido y producido por Enrique Morente (Granada, 1942) al que su muerte en diciembre de 2010, tras una operación cuyo desarrollo está sub iúdice tras la denuncia que presentó la familia, dejó a medias.
“Este disco no tiene nada que ver con la tragedia. Es el esfuerzo de un caminar musical por una obra producida por Enrique Morente, cantada con muchas ganas e ilusión tremenda por la vida y no se merece relacionarlo con una pena”.
Sin embargo, admite, esa pena impregna su “casa”, como ella se refiere a su familia, y de esa tristeza no empezarán a aprender a salir hasta que el juicio se celebre.
De momento, dice sacudiendo la cabeza para apartar ese tema de su “vereíta”, está pletórica con el resultado del disco, con una foto en portada de Sergio Parra de la serie “Camerinos”, hecha en el Teatro Español, en la que se ve a su padre detrás y un dibujo de ella como contraportada.
La cantaora no se cree “nada ni nadie” y la naturalidad es “el clavo” donde cuelga su “ropa”, a pesar de que el solo hecho de pronunciar su nombre provoca genuflexiones mentales en los aficionados e insiste varias veces en que le queda un largo camino por delante.
“Mi ‘casa’ es muy sencilla, humilde y trabajadora -insiste- y aún tengo que aprender muchas cosas. Es muy importante aprender las grandes lecciones y es un don saber escuchar y hacerlo de forma respetuosa. Hay que aprender y disfrutar de ello sin mirarse el ombligo porque eso es muy aburrido”, subraya exhibiendo madurez.
En el disco ha querido incluir dos poemas de San Juan de la Cruz. Uno, “Le di a la caza alcance”, con la música de “Réquiem” de Nyman, “tan generoso” que no tiene para él palabras suficientes de agradecimiento, y otro, “Bulería del amado”, con una composición suya acompañada de Tomatito.
“Yo quería dejar de ir al instituto porque quería cantar pero eso no quiere decir que haya dejado de estudiar cada día. Ya me lo advirtió mi padre y yo estoy en la carrera más larga, la de la cátedra del flamenco”, precisa.
Toca los palillos -castañuelas- en las sevillanas antiguas “Lola” -dedicadas a Lola Flores- porque así se lo pidió Morente y porque ella está empeñada en que no se pierda esa tradición; se pone melancólica en “En un sueño viniste”, los tanguillos que le cantaba al oído a su padre cuando éste agonizaba en el hospital, y esperanzada en los tangos “La estrella”, con Ketama.
En la “bella” “Habanera imposible”, con Vicente Amigo, hace “un guiño al futuro”; subraya su pasión por la lidia en “Tangos toreros” y en “Bulerías de la corriente”, y en la “Canción del bembón” se acuerda de los inmigrantes a los que veía llegar a la costa y del sentimiento de solidaridad que le despertaba su arriesgada aventura.
“Toda esta crisis que estamos pasando -apunta- pasará, todo se arreglará. Tenemos un Estado generoso y la generosidad siempre tiene su recompensa”.
“En tus sueños” es “un poema secreto” que su padre dejó a su madre con la música de Pat Meheny, “Cuba-Cái” refleja su gusto por los cantes de ida y vuelta, y “Seguirillas de la verdad”, con Paco de Lucía, están hechas “a puro dolor” y rabia.
“Fue el primer tema que grabé y no sabía para dónde tirar. Gracias a Paco, al que mi padre llevaba metío en el sentío”, revela.
El disco se cierra con “Adagio”, una soleá que canta con su padre, y en la que terminan diciendo “¡ay!, llorando y en penitencia a buscarte un día me fui”. “¿Quién se iba a imaginar…?”, remata ahora ella.
Concha Barrigós. Agencia EFE