El veterano periodista Antonio Ramos, autor de varios libros sobre la figura y la obra de Federico García Lorca, ha dicho a Efe que “en la Alhambra se concentra toda la simbología de la vida y la muerte” del poeta granadino, con motivo de la publicación de su ensayo “Herido por el agua”.
Publicado por el Patronato del Generalife y la Alhambra, este estudio “une dos monumentos universales, los palacios y jardines nazaríes y la obra de García Lorca; a los que habría que unir además la dimensión del flamenco, que tiene un punto fundamental de partida en la dignificación que supuso el Concurso de Cante Jondo”, según Ramos, profesor de la Facultad de Comunicación de Sevilla.
El festival al que alude Ramos se celebró en 1922 en el Patio de los Aljibes de la Alhambra con Manuel de Falla y García Lorca como sus principales impulsores, a los que, dando un salto en el tiempo, “hay que sumar quienes pasearon por estos palacios o por la obra del poeta para mantener viva la llama del flamenco: Camarón de la Isla, Enrique Morente, Leonard Cohen”
“El hilo conductor de este itinerario por la Alhambra y el Generalife y García Lorca es el agua”, según Ramos, quien ha recordado que sobre el agua de la Alhambra “se ha dicho que es la sangre que fluye en su interior sin la cual dejaría de existir”, y que la localidad natal de García Lorca, Fuente Vaqueros, es un pueblo “edificado sobre el agua”, según escribe el poeta en “Mi Pueblo”.
“Los estanques, fuentes, la exhibición arquitectónica del agua para goce de los sentidos la hace correr a borbotones desde las cumbres de Sierra Nevada al Darro para ser frenada y encauzada hacia los albercones, esos manantiales artificiales que la ingeniería ha desarrollado desde hace siglos para lanzar el líquido elemento por colinas y barrancos a través de las norias de sangre y más tarde por modernos motores”, ha explicado Ramos sobre la presencia del agua en la Alhambra, actualmente el monumento más visitado de España.
Las páginas de “Herido por el agua” se detienen en el Patio de los Arrayanes, “donde siguen el ceremonial de tocar con las manos la lámina verde y luminosa del estanque” porque allí “se siente de alguna manera la herida del agua al perturbar su serena quietud con un cuerpo extraño.”
Esas mismas páginas evocan “aquel día de 1927, cuando Federico García Lorca dejó caer su mano derecha sobre el lecho de este armonioso estanque; el poeta que venía del agua desde su nacimiento en Fuente Vaqueros, hijo de la naturaleza más profunda de aljibes, ríos y alamedas, contempló allí las sombras de su destino”, ha señalado Ramos en alusión a su trágica muerte.
“También Juan Ramón Jiménez, que fue a Granada por cinco días, y estuvo casi un mes, se dejó inundar por la Escalera del Agua, en el Generalife”, ha recordado Ramos.
Además de Juan Ramón Jiménez, por este ensayo desfilan reyes y príncipes, viajeros, poetas, escritores, pintores, músicos, amigos, familiares de García Lorca, que “forman parte de la corte de los viejos y nuevos hijos de la Alhambra.”
“Este paraíso impregna su carácter, los seduce y atrapa, los lanza a vacíos de nostalgias de muerte, los atrae hasta exprimirles el corazón con heridas de amor, con heridas de odio, con heridas amargas de violencia; con heridas musicales; con heridas de sangre”, según el autor, quien ha considerado que “en algunas de esas heridas se detuvieron las vidas de los fundadores del recinto, los abencerrajes, y sus poetas Ibn Jatib, Ibn Zamrak.”
No ha olvidado Ramos a “los viajeros románticos, que se acercan a leer en los misterios insondables de sus maravillas o logran que se abran sus estancias, como Washington Irving, para compartir con los hijos de la Alhambra sus leyendas fantásticas”.
“Incluso García Lorca se dejó seducir por esos enigmas palaciegos, cuando en 1918, con sus amigos Manuel Ángeles Ortiz, Ángel Barrios y Miguel Pizarro, se vistieron de árabes, para buscar ‘La isla del tesoro'”, ha señalado Ramos.
También recuerda Ramos que “Rafael Alberti estuvo en 1980 en la Alhambra, y asomado a la Torre de la Vela contempló este paisaje de aguas y arboledas; se sintió silencioso y herido al convertir en realidad el sueño que le había prometido a su amigo: ‘¡Qué dolor y qué pena ir ahora a Granada!'”.
Y Antonio Machado:
“Se le vio caminar…
Labrad, amigos,
de piedra y sueño, en el Alhambra,
un túmulo al poeta,
sobre una fuente donde llora el agua,
y eternamente diga:
el crimen fue en Granada, ¡en su Granada!”
Alfredo Valenzuela/AGENCIA EFE