El poeta y editor Miguel Ángel Arcas (Granada, 1956), que ha publicado su segundo libro de aforismos, “Más realidad” (Pre-Textos), ha dicho a Efe que la brevedad de este género antiguo es distinta de la urgente brevedad moderna: “Frente a la velocidad de los tuits, la nutritiva lentitud del aforismo”.
“En una sociedad en la que apenas hay tiempo para las cosas, donde todo va rápido y en progresiva aceleración, el aforismo nos detiene, nos sujeta por un instante y nos propone otra lectura, una parada cuyo objetivo es crear tiempo”, según ha explicado el poeta y director de la editorial Cuadernos del Vigía.
Por eso antepone “a la inconsistencia o la banalidad de los tuits, la paradójica lucidez del aforismo” y ha considerado que “se podría decir que la lectura de aforismos genera una especie de isla interior donde lo escrito se expande y busca nuestra complicidad para finalmente encontrar una respuesta”.
Arcas ha definido el aforismo con la suma de las siguientes cualidades: “precisión, brevedad, eficacia expresiva, felicidad verbal, intensidad, emoción y elasticidad del pensamiento”.
Y también ha respondido con aforismos a algunas preguntas:
“Podríamos decir que en el aforismo la realidad entra en crisis”.
El autor ha asegurado que con sus aforismos no pretende “hacer filosofía, ni dictar leyes morales, ni formular verdades incontestables”, sino “tan sólo ofrecer una reflexión, una mirada singular sobre las cosas” porque “el aforismo se escribe como una indagación del yo, como una manera concreta de pensar el mundo: es una reformulación de los términos de la realidad”.
Y ha añadido que con los aforismos “se trata de crear sentido, de discrepar, de fabricar una verdad propia, que por supuesto es discutible, y que pide una contestación por parte del lector, el reclamo de una nueva mirada que module y abra nuevas posibilidades”.
“En definitiva, el aforismo crea una verdad propia, nos entrega más realidad de la que teníamos; la imagen poética funciona entonces como estructura creativa del pensamiento”, ha añadido.
Sobre el lector de aforismos, del que a veces se requiere una mayor participación que del de géneros más explícitos o descriptivos, Arcas ha considerado que “un aforismo se construye entre dos, se hace verdadero con su lector, sin él no existe, con él se confirma y se abre a una nueva formulación”.
“Si hay alguna función terapéutica en el aforismo es ésa, la de generar elasticidad en el pensamiento, la de animar nuestra autonomía y suscitar una mirada personal de la realidad”, ha añadido sobre la lectura de este género cuya extensión puede no superar media línea.
Miguel Ángel Arcas, que además de autor es editor y también editor de aforismos, ha asegurado que estos han sido “hasta ahora un género semiclandestino; muchos escritores los escriben -o algo parecido- en la intimidad, y aunque no parezca una escritura de la intimidad sí que parece gozar de cierto pudor para salir de los cajones donde se guarda”.
Aunque ha recordado que la tradición aforística es enorme en la cultura occidental, y que en España existe una “muy especial vinculación” al género con maestros como Bergamín, Juan Ramón Jiménez y Max Aub, entre otros muchos, ha destacado que “justo en este último tiempo parece haber un interés nuevo por escribir y editar aforismos que tal vez se explique dentro del reciente auge de las formas breves en nuestra lengua”.
Pero Arcas ha diferenciado sobre el aforismo que aunque “su rentabilidad social, su eficacia expresiva, su intensidad y contundencia lo emparentan con las fórmulas publicitarias y las nuevas prácticas tuiteras en la red, se distingue de ellas por su capacidad para forzar pensamiento nuevo, generar reflexión y poner en crisis la identidad del sujeto, su más resistente realidad”.
“El aforismo, estoy seguro, será un género de futuro, cada vez más transitado por escritores y lectores”, ha aventurado.
“Su creciente aceptación por el lector actual no creo que sea un espejismo, aunque puede haber otras razones menos literarias, quizás responda al deseo de algunos editores, como puede ser mi caso, de animar este género tan híbrido como heterodoxo, pero también puede deberse a su capacidad para conectar con las necesidades expresivas más rabiosas de la modernidad”, ha concluido.
Alfredo Valenzuela. Agencia EFE