Las tres monjas del convento de Alhama piden incorporaciones para no cerrar

Las tres religiosas de la congregación de las Clarisas que mantienen vivo el convento de San Miguel, de Alhama de Granada, que acaba de cumplir cuatro siglos de historia, piden nuevas incorporaciones que eviten el cierre del lugar y acaben con su presencia en el municipio granadino.

El convento de San Miguel, en la localidad de Alhama de Granada, ha cumplido este mes de octubre su cuarto centenario con tres moradoras, las hermanas de la congregación de las Clarisas que mantienen vivo el monumento.

Ellas, con 80, 79 y 78 años, piden ahora nuevas incorporaciones, vocaciones más jóvenes que impidan que el convento tenga que echar el cierre y su labor termine con ellas.

La orden de las Clarisas llegó a Alhama de Granada en 1840, año en el que la orden de San Francisco compró el convento al ayuntamiento por 30.000 reales y las viviendas de las familias de algunas monjas.

Su superiora, sor Clara, recuerda ahora sus primeros pasos por el convento, al que volvieron tras la guerra.

La orden recuperó el maltrecho edificio después de la Guerra Civil y terminó su rehabilitación en 1950, año en el que estaba habitado por 33 hermanas de la orden, de las que sólo quedan tres desde 1986.

“Achaco la falta de monjas a otra sociedad, a que éste es otro mundo, escaso de todo. Ya nadie quiere comprometerse”, ha explicado sor Clara a Efe.

Las clarisas han recalcado que ahora hay mucha gente haciendo el bien, mucho “voluntariado”, pero no tantas personas dispuestas a desprenderse de todo para formar parte de un convento con votos de clausura.

“Pedimos monjas, jóvenes o de otros conventos, aunque no estamos agobiadas porque será lo que Dios quiera”, ha apuntado Sor Clara.

Las tres supervivientes del convento de San Diego han superado todos estos años dedicadas a rezar, a la vida contemplativa, pero también a ganarse el sustento a fuerza de buenas recetas.

Ahora, con la falta de refuerzos, preparan los dulces sólo por encargo a establecimientos de la zona, a los que ofrecen el mejor dulzor elaborado con mano de santas.

“A la gente le cuesta dejar tanta cosa, tanta pamplina. No hace falta tanta cosa para ser feliz. Si supieran la felicidad y la paz que disfrutamos, tendrían suficiente”, ha resaltado sor Clara para animar vocaciones.

Desde sus inicios hasta ahora, el convento de San Miguel se ha convertido en un referente para los vecinos de Alhama, que ayudaron a su rehabilitación y evitaron que un empresario lo comprara para montar un negocio.

Poco a poco, colocaron ventanas, arreglaron puertas y acondicionaron las estancias para evitar, como pasaba antes, que un vaso de agua se helara en las celdas las noches de invierno.

Ante la falta de ‘inquilinas’ para este convento, la hermana superiora lo tiene claro: “Tengo dos monjas que no las cambio por dos docenas”.

Sor Clara, que cumplirá en breve los 81 años, dice tener 18 trucando el orden de las cifras y apuesta por el paso del tiempo que marcan su alma y su espíritu, motivo por el que considera a sus compañeras de aventura unas adolescentes.

“Aquí no hay viejas. La gente se hace vieja por los agobios. Nosotras somos tres, y lo que no se puede hacer hoy, se deja para mañana”, ha apuntado sor Clara.

Con esa filosofía de vida y con sus horas dedicadas a la oración, estas tres clarisas esperan un relevo generacional al que ensañar a mantener altivos los muros de San Diego, al que dar las recetas milenarias de dulces con sabor a miel.

“Tenemos claro que la gente es lo primero. Nosotras estamos aquí para pedir por los que no piden, orar por los que no oran y estar con los hermanos”, han subrayado.

Y aunque de momento no encuentran sabia nueva para su convento, las tres clarisas octogenarias no se rinden.

“Dios nos pone a prueba, pero nosotras confiamos”, ha aseverado sor Clara.

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