“Impronta”, el quinto disco de estudio de la banda Lori Meyers, les ha servido como terapia a los granadinos para sacudirse las penas y convertir el duelo de la ruptura amorosa en algo positivo: su disco “más maduro” y probablemente el más emotivo de su carrera.
Lo hacen bailando, porque “el llanto te lleva a veces de la tristeza a la alegría” sin darte cuenta, ha destacado en una entrevista con Efe hoy en Madrid Antonio López “Noni”, vocalista de este sexteto, que realiza en doce canciones el transcurso de la negación a la resignación, con un mensaje final optimista cuando el dolor por fin remite.
Se trata de la plasmación del sentimiento de pérdida que han arrastrado con tanta ida y venida en los tres últimos años de gira, los que les separan del previo “Cuando el destino nos alcance” (2010), y fue grabado durante un mes de encierro en un hotel rural de Granada para conectar mejor con su fuerte componente emotivo.
“Queríamos que nos dejara huella y marcara un punto importante en nuestra carrera, reflejando que estábamos en un momento maduro y que era nuestro disco más consciente”, ha explicado “Noni” junto a dos de sus compañeros, Alejandro Méndez (voz y guitarra) y Alfredo Núñez (batería).
El primer single, “Planilandia”, toma su nombre de la novela homónima del escritor del siglo XIX Edwin Abbott. Esta introduce alegóricamente el tema de las múltiples dimensiones a través de la interacción de formas geométricas organizadas en distintos estamentos sociales, concepto que se traslada a la portada del disco, obra de Vanesa Zafra.
En sus letras, “Impronta” entra mucho más en contacto con el siglo XXI, con menciones a conocidas aplicaciones de móvil como Whatsapp y que sirven, tangencialmente, para “poner el disco en una época” y explicar cómo las nuevas tecnologías han cambiado el modo de relacionarse sentimentalmente.
“Es un coñazo esto del Facebook cuando no quieres ver nada de la otra parte y al mismo tiempo está ahí todo”, protesta “Noni” sobre la dificultad creciente de olvidar en un mundo tan interconectado y al mismo tiempo tan opaco, en el que un “emoticono” feliz puede ocultar en realidad un caudal de sentimientos nefastos.
Musicalmente, “Impronta” incluye elementos de su producción anterior, que se remonta a “Viaje de estudios” (2004), y conecta de forma directa con los -para algunos- polémicos samplers y teclados que introdujeron en “Cuando el destino…”, de nuevo de la mano del productor Sebastian Krys, el primero con el que repiten.
“Habrá quien piense que, como con el anterior hubo polémica, esto era para reafirmarnos, pero ha sido una cuestión de ‘feeling’ y de profesionalidad. Sebastian sabe reflejar la inmediatez de la música, la primera intuición”, destaca Méndez.
“Además, en Granada vivimos un poco alejados de tanta crítica o intromisión”, añade Núñez, que destaca que la banda hace tiempo que se quitó de encima los prejuicios.
“Parte de la gente que nos sigue lo hace porque cuando vamos a hacer un disco no estamos pendientes del qué dirán, por eso titulamos así ‘Cuando el destino nos alcance’. (…) A nosotros solo nos interesa lo que nos funciona para evolucionar y mejorar artísticamente”, apostilla Noni.
El tercer vértice de la ecuación de “Impronta” lo pone Ricky Falkner, al que conocían a través de su banda Standstill y valoraban como “el productor emergente que iba a dar España en el indie rock”, gracias su trabajo con Zahara o Love of Lesbian.
“Pensamos que sería un contrapunto fuerte en la parte de los arreglos”, señalan sobre este “séptimo componente”.
Sobre su propia impronta como grupo en la música española, se aferran a la idea de que todavía pueden “mejorar más y hacer mejores discos”, orgullosos de no repetirse y de haber “subido escaleras poco a poco”, sin haber bajado de momento ningún peldaño.
Javier Herrero. Agencia EFE. Madrid