La mujer de 50 años y nacionalidad cubana acusada de asesinar a su marido en el domicilio que compartía con él en Guadix (Granada) estrangulándolo con una cinta negra tras dejarlo aletargado al suministrarle ansiolíticos ha afirmado este lunes que solo se defendió de él y que durante años había sido víctima de su maltrato psicológico.
La acusada, Ana María P.H., se enfrenta a una pena de 20 años de cárcel por un delito de asesinato, con la circunstancia agravante de parentesco y la atenuante de confesión, puesto que fue a entregarse a la mañana siguiente de lo ocurrido a la Guardia Civil, después de, según sostiene la Fiscalía, practicar durante toda la noche rituales de santería junto al cadáver.
Durante su declaración ante un jurado popular en la Sección Primera de la Audiencia Provincial, la mujer, que ha comenzado a declarar cerca de las 17,00 horas después de los alegatos iniciales de la Fiscalía, las acusaciones particulares y las defensas durante la mañana, ha asegurado que su marido le retenía su pasaporte y su documentación y que la mantenía “siempre encerrada”.
Según ha dicho respondiendo solo a preguntas de su abogado –puesto que se ha acogido a su derecho de no responder a las de las acusaciones–, los episodios de maltrato ya comenzaron en Cuba, donde se casaron, pero se agravaron cuando los dos se trasladaron a vivir a Guadix (Granada).
Una vez en la provincia de Granada, su marido le retiró el teléfono móvil y le negó el uso de Internet, y solo le permitía hablar con su familia con el altavoz puesto, para escuchar la conversación. “Jamás en mi vida salí sola, viví tres años encima de una pastelería, y nunca pude comprar ni un bollo”, ha explicado la inculpada, quien ya quería divorciarse de su esposo y regresar a su país.
El día de los hechos que se le atribuyen, el 25 de agosto de 2011, ha explicado que estuvieron discutiendo porque la relación era “insostenible”. Él se marchó por la mañana del domicilio dejándola nuevamente “encerrada”, y, según ha indicado, volvió sobre las 13,30 horas. Entonces, retomaron las discusiones y las “ofensas” y él le llegó a amenazar –como, según ha dicho, ya había hecho anteriormente– y ella le dijo que iba a contar a su familia que le había visto manoseando a su sobrina de nueve años, que eso no se lo iba a callar, como otras cosas.
Entonces, según la mujer, comenzó a agredirla, y le cogió por el cuello asegurando que le iba a poner “punto y final” a aquello. El marido, según la acusada, estaba “muy alterado”, por lo que le echó “cinco o seis pastillas” de ansiolíticos en el café, aunque no con el fin de “hacerle daño”, pero su nivel de “agresividad” no disminuyó.
Según ha explicado ante el tribunal, continuó ofendiéndola, y amenazándola de muerte, mientras la mantenía encerrada, con la puerta echada con llave, y apareció con una cinta en la mano asegurando que le iba a poner “punto y final”.
Entonces, ella le dio un mordisco en el brazo y una patada en los testículos y, con esa misma cinta, le apretó en el cuello hasta “que ya no se movió más”. La mujer ha relatado que se sentó a llorar y a gritar, y que “nunca” quiso “hacerle daño”, y que fue al día siguiente cuando le comunicó a una de las hermanas de su marido que “lo había matado” y que quería entregarse a la Guardia Civil, ha indicado entre sollozos.
Las sesiones del juicio continuarán este martes con la declaración de una veintena de testigos y está previsto que concluyan el próximo jueves. Las acusaciones particulares, que ejercen los hijos y los hermanos de la víctima, piden también 20 años de prisión para la procesada, mientras que la defensa solicita la libre absolución por legítima defensa, o, subsidiariamente, tres años de cárcel por un delito de homicidio con las atenuantes de trastorno mental transitorio, arrebato y arrepentimiento espontáneo.
De manera extraordinaria, el juicio ha comenzado, tras el alegato inicial de las partes, con la audición de unos sonidos y el visionado de unas imágenes que grabó el fallecido a su mujer, en las que los dos discuten y él le dice a ella que tienen que separarse con la mediación de una abogada y la comunicación de la nueva situación al Consulado de Cuba, a lo que ella responde insultándolo llamándolo “poco hombre y sucio”.
ACUSACIÓN DE LA FISCALÍA
Según consta en el escrito de acusación provisional del Ministerio Público, al que ha tenido acceso Europa Press, la mujer contrajo matrimonio en octubre de 2008 con su esposo, al que había conocido dos meses antes en Cuba. Desde el mes de marzo de 2009 el matrimonio convivía en Guadix, pero la relación conyugal estaba muy deteriorada, y eran continuos los enfrentamientos y discusiones, hasta tal punto que el hombre tomó la decisión de presentar demanda de divorcio en septiembre de 2011.
En ese contexto, en la tarde del 25 de agosto de 2011, cuando ambos se encontraban en el domicilio familiar, se produjo una nueva discusión que propiciara que la procesada decidiera matar a su esposo.
Para conseguir ese propósito, y con el fin de provocar en su marido un estado de aletargamientos que disminuyera sus posibilidades de defensa frente al ataque planeado, la mujer le suministró de forma clandestina una alta dosis de lorazepam –fármaco con efectos ansiolíticos e hipnóticos– y posteriormente mantuvo relaciones sexuales con él.
Cuando el marido se encontraban en el dormitorio común, la inculpada, “de manera sorpresiva y con ánimo de darle muerte”, le ató al cuello desde atrás una cinta negra similar a una corbata previamente preparada para tal fin, y la apretó hasta que el hombre, “con las posibilidades de defensa aminoradas debido al letargo en que se encontraba”, murió estrangulado.
Como consecuencia del estrangulamiento, la víctima presentaba diversas lesiones en el cuello, además de otras contusiones y hematomas, como la mejilla, a nivel de piel del escroto, erosiones en piernas y codos y sufusiones hemorrágicas. En el momento de su fallecimiento, el hombre presentaba 0,15 mg/litro de lorazepam en contenido gástrico y 0,25 g/litro de alcohol etílico en sangre.
Por otra parte, la mujer presentaba lesiones después de haber forcejeado con su víctima, como hematomas, erosiones en los brazos o en las cervicales. Después de haber matado a su marido, la acusada realizó varias llamadas a Cuba desde el teléfono móvil de él, y posteriormente lo ocultó en el interior de una impresora tras borrar todas las llamadas.
Asimismo, pasó toda la noche junto al cadáver de su esposo realizando rituales de santería, práctica de arraigada tradición en su país de origen, y que la acusada realizaba habitualmente en el domicilio familiar.
A la mañana siguiente, la mujer reconoció de forma espontánea ante agentes de la Guardia Civil haber sido la autora del crimen después de haber dado aviso ella misma de lo sucedido a la hermana del fallecido, y fue inmediatamente detenida.
La familia de la víctima está personada en el caso como acusación particular y reclama la misma pena para la mujer, además de una indemnización de 120.000 euros –20.000 euros más que el Ministerio Público–.
Por su parte, la representación legal de la acusada, que ejerce Medina Cuadros Abogados, sostiene que la mujer actuó en legítima defensa, como consecuencia del “maltrato continuo” al que había sido sometida. Según sus abogados, sufrió maltrato físico y psicológico, abusos sexuales, confinamiento en la vivienda o anulación de la personalidad, entre otros.