El Teatro Isabel la Católica se vistió de gala para acoger el pregón oficial de la Semana Santa de Granada. En la mañana del domingo 9 de marzo Juan Jesús López-Guadalupe, como pregonero oficial, se subió al atril y anunció a la ciudad la inminencia de una nueva Semana Santa. Desde primera hora de la mañana el pregonero acudió a un acto ya tradicional en esta jornada, la visita a la iglesia de las Comendadoras de Santiago, en donde desde las diez de la mañana estuvo expuesto en besamano el Señor de la Oración en el Huerto. Igualmente estuvo en la sede de su hermandad, la iglesia de San José de Calasanz, antes de pronunciar el pregón.
Una vez en el teatro y después de que la Banda Municipal de Música de Granada interpretara dos marchas procesionales, se inició el acto protocolario del pregón. El alcalde de Granada, José Torres Hurtado, fue el encargado de dar la bienvenida a todos los presentes, cediendo poco después la palabra al concejal de Cultura, Juan García Montero, para que se encargara de presentar al pregonero. En la mesa presidencial estuvieron, junto al alcalde y el concejal, el subdelegado del Gobierno, el teniente general jefe del MADOC, el diputado provincial de cultura, el presidente de la Federación de Cofradías y el vicario general de Pastoral de la Iglesia de Granada, en representación del arzobispo.
El pregonero comenzó el pregón recordando su infancia, sus primeros recuerdos como cofrade de la mano de su madre y las impresiones que dejó en él la imagen del crucificado de la Expiración de los Escolapios. Esta hermandad se convertiría a lo largo del pregón en protagonista de algunos de los mejores relatos cofrades que pronunció Juan Jesús López-Guadalupe. Por otro lado, su otra hermandad, la de San Agustín, también formó parte de los instantes emotivos que desde ese atril se proyectaron al público.
A partir de aquí comenzó a plantear sus palabras como una conversación directa con la ciudad de Granada, a la que se refirió continuamente como un ‘niña de ciprés y agua’. Precisamente, las tradiciones las consideró una parte fundamental de la esencia de la ciudad e hizo un llamamiento a no perder esa identidad.
Escucha a Juan Jesús López-Guadalupe:
En el pregón no faltaron las referencias claras y comprometidas a la realidad social que cada día nos asalta con más desigualdad y pobreza. Para el pregonero es una ‘obligación y responsabilidad moral’ de las cofradías el acudir a la llamada de la solidaridad con los que más lo necesitan. Este debe ser el reto de las hermandades, por historia y por coherencia.
Uno de los momentos en los que desde el atril apeló directamente a los cofrades fue cuando se refirió a la necesidad de formar parte de los cortejos como nazarenos. Sobre todo invitó a aquellos que dejan las trabajaderas o a los que abandonan sus puestos de responsabilidad en las juntas de gobierno de sus hermandades. A esos cofrades dirigió su consejo para que apoyen continuamente a sus hermandades desde las filas de luz en Semana Santa.
El pregón tuvo un formato original y nada convencional, sin la típica estructura cronológica que enumera hermandad por hermandad, por lo que las advocaciones de los diferentes titulares de las cofradías granadinas aparecieron enumerados, igualmente, de manera muy original, entrelazándose en el mismo párrafo.
Las advocaciones marianas también fueron resumidas y vinculadas en el pregón como una cascada de nombres que, a juicio del pregonero, deberían ser cada uno de ellos objeto de imitación.
Precisamente tomó como ejemplo de advocación mariana la de la Esperanza y, fiel a su vocación como historiador del Arte, aprovechó para recrear uno de los pasajes más llamativos del pregón. En concreto imaginó cómo sería la forma y la intención con la que José Risueño talló la dolorosa de las Tres Necesidades, hoy venerada como Esperanza, en aquel año 1718. Trasladó a todo el auditorio a aquel año con su recreación y la figura del escultor cobró vida en sus palabras. De vuelta a la actualidad, no faltó la referencia a la posible coronación canónica de la titular de la hermandad del Martes Santo granadino.
Hablar de un paso de palio para un cofrade de la hermandad de los Escolapios es, sin lugar a dudas, referirse al recuerdo siempre latente del sacerdote Enrique Iniesta. Su figura ‘sobrevoló’ buena parte de la excelente prosa del pregón y el mejor tributo posible de un alumno, como Juan Jesús López- Guadalupe, fue el relato de pasajes que trajeron a Iniesta a la memoria del auditorio cofrade.
Otro de los momentos más especiales y emocionantes del pregón de 2014 fue cuando el pregonero expuso los sentimientos de un costalero debajo de un paso, algo que quiso compartir con todos aquellos que lo escuchaban, ya que su experiencia como ‘costalero retirado’ también dio pie a mostrar su parte de cofrade activo y comprometido.
Tampoco quiso perder la oportunidad de reivindicar una petición que hace muchos años el propio pregonero hizo al Ayuntamiento para que el puente romano del Genil pasase a llamarse como el titular de su hermandad escolapia, puente del Cristo de la Expiración.
Habló de los barrios, de los lugares que se convierten cada año en escenarios de fe y devoción, de los conventos y los templos de una ciudad como Granada que no duda en reivindicar cada año su belleza en los días de Semana Santa. Tampoco se olvidó de los estudiantes, de sus alumnos cofrades, que comparten junto a él las ‘tertulias de pasillo’. En la última parte del pregón desplegó los fragmentos más poéticos del mismo, en donde incluyó poemas de Gerardo Diego y del propio Enrique Iniesta. Finalizó con una secuencia de deseos en los que con mucho lirismo resumió la escenografía de la ciudad en Semana Santa. Fue una llamada e invitación a vivir la Semana Santa con ilusión y compromiso cofrade.
Después de casi una hora y media el pregón culminó de nuevo con la interpretación, por parte de la Banda Municipal, de las marchas ‘Plegaria a la Virgen de las Maravillas’, de José Faus y ‘Pasan los Campanilleros’, con letra del propio pregonero.
Una vez anunciada la Semana Santa con el pregón oficial, la ciudad se prepara para descontar con intensidad los días que restan hasta la llegada de otro Domingo de Ramos.