‘Ernesto’ conoció al líder del ‘clan de los Romanones’ a principios de los 90, cuando tenía unos veinte años de edad. Se acercó a ellos, como otros muchos chicos, atraído por la amistad y la complicidad que le ofrecía este cura, recién llegado a su parroquia zaidinera. Llegó a dormir en algunas de las casas en las que supuestamente se desarrollaron los abusos. Sin embargo hubo dos hechos que le hicieron alejarse definitivamente…
Uno de esos momentos ocurrió una tarde-noche cerca ya del verano. “Yo venía de hacer deporte y me ofreció ir a su casa. Me dijo que iba a preparar una cena ligera. Me duché en su casa y cuando salí de la ducha él estaba allí, me hizo un gesto con la mano, como de ir a tocar ciertas partes. Me entró el pánico pero mi idea fue ser inteligente y pensar cómo salir de allí”. Ernesto lo consiguió en cuanto pudo, después de vestirse.
Ernesto recuerda el segundo capítulo que le hizo replantearse su cercanía con estos sacerdotes así: “Llegué a la casa parroquial, el principal implicado me abrió la puerta y aparecieron cuatro sacerdotes desnudos saliendo de la ducha a la vez de un baño minúsculo con una sola bañera. Sólo 15 o 20 segundos después de entrar en aquella casa. Yo me fuí y dije que volvería luego pero no volví”.
Este joven asegura que no ha comentado demasiado estos dos capítulos porque nunca los consideró hechos importantes. “Tan sólo tuve la capacidad de reaccionar como reacciona la gente ante el peligro y ante esa situación me protegí”. Reconoce que ha pensado muchas veces si malinterpretó lo que había visto pero siempre le ha surgido el convencimiento de que “no es normal que alguien entre en el baño cuando tiene visita”, por eso cree que consiguió evitar algo mayor que podría haberle afectado en el futuro.
Ernesto recuerda a Román, el líder del clan, como una persona persuasiva, insistente en cuanto a sus objetivos. Con ideas muy claras. Se acercaba a los adolescentes a través del entorno de la Iglesia, ofreciendoles la confianza que puede despertar un párroco joven que invita a los chicos a eventos como el fútbol, una película, Eurovisión…
“Había una forma de actuar de alejarte de tu familia, de los amigos, de tu ámbito… con lo cual al final estas sólo y sólo lo tienes a él y a ellos. Si al final pasa eso, terminabas implicándote con él”. Por eso cree, que el clan funcionaba como una secta y que el resto de los implicados son de alguna u otra forma víctimas de Román. “Como todas las sectas tu cerebro deja de funcionar y eres lo que el otro quiere que seas”.
A lo largo de todos estos años, Ernesto ha visto cómo otros chicos han ido “abandonando el barco de la Iglesia” después de estar más o menos relacionados con esa parroquia y no le ha sorprendido en exceso el escándalo. Sin embargo, le queda la duda si se demuestra que el clan es culpable… ¿quién reparará a las víctimas ahora?