Un centenar de voluntarios mantiene vivo el programa DNA-Prokids, proyecto impulsado por la Universidad de Granada para luchar contra el tráfico de personas presente en 16 países.
El programa ha identificado a cerca de 900 menores y que conquistó al papa Francisco por su lucha contra la nueva esclavitud
El día más bonito de la vida de muchas personas se escribe en un área de maternidad, cuando nace un hijo al que en cualquier hospital español identifican con una pulserita que marca su peso, la fecha en la que cumplirá años, los centímetros de estatura o el nombre. Eso en España y en países desarrollados.
Nacer en Honduras, en Sri Lanka, Malasia o Nepal no garantiza al menor contar con elementos protectores como esa pulsera, los deja en muchos casos sin papeles que blinden sus vidas, que eviten que se puedan vender, robar o utilizar como mera mercancía, porque según los datos de Naciones Unidas, el tráfico de seres humanos afecta a más de 2,5 millones de personas al año en el mundo.
Para garantizar que los niños vivan como niños y no se conviertan en objeto de contratos, un centenar de voluntarios conforma DNA-Prokids, una iniciativa que nació hace una década en la Universidad de Granada para identificar a menores y promover una legislación que los proteja de manera efectiva.
El director del Laboratorio de Identificación Genética de la Universidad de Granada en el que surgió el proyecto y responsable de DNA-Prokids, José Antonio Lorente, ha detallado a Efe que la iniciativa comenzó hace más de una década con estudios piloto en Guatemala, se extendió en 2006 a Méjico y ahora tiene presencia en 16 países de América y Asia principalmente.
Un centenar de personas dedican su tiempo sin contraprestación económica alguna a luchar contra la trata de menores y combatir la venta de niños o las adopciones ilegales instando a los gobiernos de cada país a desarrollar normativas y utilizar las pruebas de ADN para identificar a todos los menores, defender quiénes son para evitar que se conviertan en ‘cosas’ con las que mercadear.
Son voluntarios de fiscalías, procuradurías, policías, universidades o institutos de medicina forense que en esta andadura solidaria han identificado a 892 personas, casi un millar de vidas a las que han puesto nombre a golpe de prueba de ADN para permitirles ser lo que son, formar parte de sus familias y esquivar una explotación sexual o laboral.
Según el informe de Naciones Unidas de 2014, 2.000 millones de personas viven en países que no cumplen el Protocolo contra la Trata de Personas, países que carecen de la legislación necesaria para defenderlos de un comercio en alza, la esclavitud del siglo XXI.
La iniciativa liderada por Lorente ha logrado frenar, por ejemplo, el uso de “niños ancla”, menores que se utilizan para llegar a España, que viajan acompañados de supuestos familiares que no lo son en el 30 % de los casos, y que logrado el objetivo quedan abandonados o aparecen en calles de otros países europeos.
“Sólo la difusión de que se estaba utilizando el programa DNA-Prokids en la frontera ha provocado una caída en los datos y que ya casi no se dé este tipo de uso de menores”, ha dicho Lorente, que resalta la influencia de la iniciativa en la protección a menores de países como Guatemala, que ha aprobado la primera ley que especifica la obligación de realizar pruebas de ADN a menores sin identificar antes de una adopción, y que copiarán otros países como Méjico.
Esta guerra contra el tráfico de menores ha conquistado al papa Francisco, que organizó en noviembre de 2013 una reunión sobre el tema a la que invitó a Lorente para conocer DNA-Prokids.
Del encuentro salieron conclusiones, cinco de ellas con sello granadino como pedir a los gobiernos “un sistema obligatorio de registro de nacimientos, el cual deberá incluir la información del ADN de cada individuo registrado en caso de riesgo o necesidad”.
Hoy a las 13:00 horas, el presidente del Consejo Social de la Universidad de Granada, Gregorio V. Jiménez López, les entregará su premio en la modalidad de Instituciones y Organizaciones sociales, un reconocimiento más a su ADN solidario en defensa de los niños.
(María Ruiz. EFE Granada)