Un equipo internacional de científicos, en el que participa la UGR, ha revelado que las arañas no solo andan, saltan y vuelan, sino que también pueden nadar a través de un curioso mecanismo, lo que explica su omnipresencia en todos los rincones del planeta.
Se trata de la primera vez que se demuestra que las arañas tienen comportamientos acuáticos que las hacen parecer “auténticos veleros”, ya que utilizan sus patas y abdomen para adoptar curiosas posturas que les permiten aprovechar las corrientes de viento para deslizarse sobre la superficie del agua hacia cualquier dirección, ha informado hoy la Universidad de Granada en un comunicado.
En esta investigación han colaborado expertos del Museo Británico de Historia Natural, de Derbyshire (Reino Unido) y de la Universidad de Nottingham, además de la de Granada.
Según Mohammed Bakkali, del departamento de Genética de la Universidad de Granada y uno de los autores del trabajo, esta tolerancia y las habilidades que tienen en el agua es lo que reduce el riesgo que supone para estos insectos volar de esa manera “tan descontrolada”.
“Todos hemos asistido alguna vez a la impresionante lluvia de telas de araña que, brillantes, parecen caer del cielo y de la nada, como ya anotó Darwin cuando estaba en mitad del océano durante su viaje en el Beagle”, explica el científico.
La ciencia ya demostró hace tiempo que muchas especies de arañas aprovechan las corrientes de viento para levantar el vuelo y, gracias a la tela que secretan, se elevan y llegan a viajar decenas e incluso cientos de kilómetros.
Lo hacen para dispersarse, conquistar nuevos espacios y buscar nuevos recursos.
Sin embargo, agrega el investigador, este peculiar modo de vuelo resultaba desconcertante por el riesgo que conllevaba para la araña.
Al no tener alas, las arañas voladoras lo hacen a merced del viento, que es el que determina la dirección y duración del vuelo.
Al decidir volar, corren el riesgo de terminar en océanos (como presenció Darwin), mares, ríos, lagos, pantanos o charcos.